Pero, según el caso, el cómico ha de acercarse a su rol o el personaje ha de ceder hacia quien lo encarna, en diversas proporciones. Y, para el artista alavés, ese carácter en principio recesivo no saltó a escena por una caída desde un caballo ni por una iluminación divina. Fue algo más humano y, ante todo, de oficio y tablas, lo que le abrió esa puerta entre bambalinas. En su paso por Zanguango, «que siempre trabaja con creación propia, hacía el papel de un preso en ‘Tocata y fuga’ y, como el resto de actores, tenía que construir un texto sobre ese recluso. Pero nunca pensé que iba a arraigar».
Y apareció ese gusanillo que, lejos de parasitar los intestinos, libera parcelas del alma. Así que la creación de ‘Madrigueras’ de Pez Limbo abrió una ruta y enmarcó una vocación larvada que, en los últimos 7 años, ha dado lugar a toda una estirpe de mariposas escénicas, tan vivas y conspicuas ellas. «Participar en Antzerkigintza Berriak, con el Arriaga, en Victoria Eugenia y el Principal fue el pistoletazo de salida. Ya no he parado nunca de escribir. Descubrí la pasión por escribir teatro».
Hubo profesionales que relacionaron esos primeros textos con la visión de un actor. Y Camino no sólo lo admite, sino que destaca que «siempre que escribo estoy pensando en la escena y los intérpretes. Es una pasión recién descubierta y muy muy grata, que me conecta mucho con la escena y con la vida».
Y esas letras viven sobre todo en el territorio de un primate, El Mono Habitado, la compañía fundada por Camino y Martín Treviño. «Hasta ahora, con una excepción, todos los estamos haciendo nosotros. Pero tengo un cajón lleno, a ver si alguien se anima a pedir alguno», comenta quien no se ha visto envuelto en «una pelea de gatos» entre autor y director.
No obstante, lo vivió años atrás, en Albacete. Y le quedó tal recuerdo que, cuando preparaban ‘¡Ave, osos!’ con un director externo –«algo que ya nunca nos va a faltar»–, le daba cierta inquietud. «Pero nos entendimos muy bien, no hicimos más que sumar», dice con cierto aire de alivio Raúl Camino. Allí los plantígrados eran en realidad un par de velludos gays a quienes una paloma parlante y mensajera les anunció una inminente paternidad. Prejuicios, religión, tópicos y humor se dan la mano en esta pieza.
«Siempre digo que las historias no son mías, que soy como un medium –aunque tampoco creo en eso– que recoge algo de la sociedad o de la creatividad global, lo encauza y transmite. Creo que tengo que catalizar esas ideas, conflictos o ese movimiento escénico para luego entregarlo. Y hay que saber hacerlo», razona.
También reconoce que tiene dos elementos recurrentes. «Los animales –desde El Mono Habitado a ‘El elefante y la paloma’, pasando por úrsidos, unas ‘Benditas’ ovejas, aves o un ‘Sr. Canino’–, tal vez por ser un biólogo frustrado». Y su atención a «lo que viene de la altura», como su recientemente rubricada ‘Terrícolas’ donde «dos hombres se encuentran en mitad de un accidente con una nave estelar. Luego aparece una mujer». A ver cómo reaccionan los personajes «al hallarse frente a una inteligencia superior».
El autor trata de «ver qué emociones me mueven», aunque a veces ficcione recuerdos ajenos como los de Begoña Martín en ‘Souvenirs’. «Busco temas sociales e intento no repetirme, para ofrecer un viaje emocional al espectador». En esencia, así es el teatro de Raúl Camino. Por sus actos le conoceréis.
Entrevista para BEGIART (El Correo de Álava)